Sin nada más por ver

Desesperación: esa angustia prolongada; ese nudo en estómago y garganta que crece por segundos, anegándote los ojos de lágrimas amargas y los pulmones de gemidos lastimeros.
Frustración: quizá un ligero fruncimiento de labios; una mirada rebosante de despecho y desprecio; un retorcimiento de manos involuntario y unas cuantas palabras malsonantes para los desdichados oídos que se detengan a escucharlas.
Para algunos, sólo eres otra cara. Otro rostro que pasa por su lado deprisa, veloz; sin ser percibido.
Pero aquellos que te ven… no se olvidan de ti.
Se acuerdan de tu mirada vacía; de la confusión y perplejidad en las que te sume la tristeza; de esas lágrimas advenedizas que temes derramar y de esa faz rota por el dolor, la ansiedad, y…el miedo.
Miedo a alejarte y a acercarte demasiado; miedo a no arriesgar nada y a perderlo todo.
Cuando todo te falla y no sabes cómo continuar, sólo cabe considerar una posibilidad.
Y sabes muy bien cuál es.

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