De planetas, estrellas y agujeros negros

Me encanta admirar el firmamento. Cuando miro hacia arriba, pienso: «no hay duda de que imitamos el orden del universo». Porque al igual que hay planetas, estrellas y agujeros negros desperdigados por el universo; aquí en la Tierra también los hay. Aunque la clasificación es más complicada.
Hay personas que impresionan y personas que deslumbran. 
Las personas que impresionan tienen físicos increíbles, rostros de ensueño que te prometen el mundo y una sonrisa de cuento de hadas incomparable. Pero, por dentro, muchos sólo son planetas o espejos: rostros atractivos, pero vacíos de luz y de contenido, ya que sólo reflejan lo de fuera sin aportar nada propio. 
Las personas que deslumbran pueden ser bellas o pueden no serlo; independientemente del aspecto físico, hay en ellos una luz que brilla como la de las estrellas. Un resplandor, una pureza y bondad tan mágica como hermosa, que no se puede obtener con ninguna operación de cirugía estética ni con ningún régimen o dieta. Es una luz con la que se nace, un fulgor propio que, si lo tienes, eres afortunado, ya que te hace único y especial. Porque no hay demasiadas estrellas en la Tierra y, desde luego, no tienen dos luces iguales, igual que no hay dos almas iguales. 
Todo el mundo desea tener belleza en su vida, pero muy pocos saben que lo que realmente necesitan es uno de esos resplandores a su alrededor. Porque esas personas transmiten felicidad, calor, bienestar. Te hacen sentir con suerte sólo por tenerlas cerca y conformarte con lo que se te da, no ambicionar más y más.
Son personas que no importa que lleven puesto o de qué marca vayan vestidos, tienen algo que les hace destacar más allá de lo ordinario. Una energía tan pura y luminosa que quema, que hace creer en la bondad del ser humano: en que hay gente buena en el mundo, después de todo.
Luego están esas otras personas, que también pueden ser guapas o feas, pero que no son ni espejos ni astros: únicamente vacío y tinieblas. Personas que crecieron sin luz en su interior, sin magia en sus vidas; sin nada más que dolor, egoísmo y desesperación. Personas que recogen esa oscuridad interior hasta hacerla suya, endureciendo sus corazones y tornándose fríos y calculadores, aspirando a llenar su vacío robando la luz y la felicidad de aquellas pocas estrellas que centellean entre nosotros.
Aunque claro, eso es sólo una teoría. Sería muy fácil clasificar a las personas en esos tres grupos, pero no sería una distribución cierta. La realidad nunca es tan blanca o negra, siempre está llena de matices o claroscuros. En cualquier momento de nuestra vida, todos podemos actuar de cualquiera de las tres maneras, aunque sí es verdad que siempre hay tendencias más marcadas en cada persona.
Desgraciadamente, con frecuencia se ven personas que, poseedoras de una luz muy brillante, dejan que ésta se extinga por no saber encarar las complicaciones. O porque se rodean de gente que, como las garrapatas, les arrebatan toda la fuerza vital hasta convertirlos en maniquís, juguetes de su voluntad. Por fortuna, existe el proceso opuesto: sujetos que, de ser oscuros, descubren su luz y la acaban desarrollando al entrar en contacto con gente que les hace salir del pozo.
Me gusta pensar que soy un individuo con luz en su interior; tal vez no un sol incandescente; pero sí con un tenue fulgor que palpita bajo mi pecho. 
Porque hubo un tiempo en que estuve en la oscuridad: época larga y deprimente; otro tiempo en que fui espejo y, ahora, poco a poco, una luz ha enraizado en mí, una luz que me hace resplandecer. 
Porque es cierto que la luz nace, sí, pero cuando menos te lo esperas. Viene contigo al mundo: puede que reluzca inmediatamente o, por el contrario, que permanezca aletargada durante muchos años por las circunstancias en las que te toca vivir. No obstante, si la tienes, tarde o temprano siempre vuelve a brillar. Y entonces esos destellos arraigan, se abren paso a través de la niebla y crecen hasta convertirte en una de esas estrellas que hacen más soportable el transcurso de la vida a los demás. 
Y, si no la tienes, procura rodearte de personas que si la tengan; de ese modo, puede que la luz se desarrolle en tu interior, antes vacío, hasta convertirte en una estrella. 
Entonces, sólo cabe desear que tu brillo nunca se apague, que nadie te robe la luz, que permanezca para siempre y que contribuya a hacer del mundo un lugar más hermoso.

Comentarios

Publicar un comentario

Comenta si tienes tiempo y si quieres, de otra manera...¡da lo mismo!

Entradas populares de este blog

Lucero del alba

Una mentira nunca vive hasta hacerse vieja

Déjame en paz, futuro