El espejo no miente

Te despiertas un día, tras un largo y vívido sueño que te ha tenido toda la noche en vilo.
Al levantarte de la cama, cierras los ojos de nuevo y tratas de vislumbrar los últimos destellos de tan gloriosa fantasía; ahora difuminándose en el abismo de tu inconsciente.
Respiras profundamente, tratando de retenerlos en tu mente. Los mezclas con tus recuerdos para que permanezcan a salvo, guarecidos entre ellos.
Sales de tu habitación ligeramente mareado y, al entrar en el baño, lo primero que haces es mirarte fijamente al espejo.
Tu imagen difusa y ojerosa te devuelve la mirada: una mirada cansada y rota que te atraviesa con su agudo filo hasta hacerte temblar nuevamente.
Por un momento, piensas en el sueño: la fantástica e increíble vida que llevabas entre los brazos de Morfeo. Una vida normal, sin complicaciones; tenías todo cuanto deseabas en el momento en que lo deseabas.
Ahora, al observar tu reflejo, contemplas frustrado la realidad. Sabes lo que hay y te tienes que aguantar.
Los sueños solo son espejismos: engaños creados a partir de tus deseos más íntimos.
Pero el espejo no miente: siempre dice la verdad.

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