En aguas profundas

El tiempo ha transcurrido. 
Vas a ciegas, tanteando en la oscuridad, mientras el agua sube y tu corazón te martillea en los oídos. Te sumerges en aguas profundas, sintiendo como el aire se agota en tus pulmones, percibiendo como tu aliento se congela. Los brazos del océano se ciñen a tu alrededor como los de una madre protectora. 
Estás en paz: el espíritu combativo se adormece; tus ojos se cierran mientras notas como las últimas burbujitas de aire escapan de tus fosas nasales. Tu cerebro resplandece una última vez y, acto seguido, se apaga como si nunca hubiese estado encendido.

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