Una mentira nunca vive hasta hacerse vieja


¿Por qué a la gente le aterra tanto ver y decir la verdad?
¿Por qué cada vez que oímos la palabra «mentira», a muchos de nosotros nos tiembla la nuez?
¿O entrecerramos los ojos, respiramos agitados o, simplemente, desviamos la mirada, tratando de mantener la compostura?

Nuestras pupilas se dilatan, nuestra voz se aflauta, sentimos deseos de mordernos la lengua para no hablar.
Eso para algunos. Para otros, en cambio, es más natural. Mentir les resulta tan fácil como respirar. Pero no siempre todo es tal y como lo pintan. Siempre hay varios tonos de gris.
Cuando eres un buen mentiroso, tú lo sabes, los demás no. Te sientes orgulloso, aunque te reconcome al principio, muy pronto la conciencia deja de darte la tabarra.
Total…por una mentirijilla más.
Pero no acaba ahí. Esa mentirijilla, te arrastra a otra mentirijilla y esta a otra, y esta a otra y esta a otra… y así sucesivamente. Pronto no estáis solo tú y tu inocente mentirijilla, porque tienes tejida en torno a ti una compleja y densa red de embustes que ya no sabes cómo desentrañar. Y andas con pies de plomo, pues si tiras del hilo más de la cuenta, este puede desmenuzarse, dejando al descubierto toda la compleja trama que con tanto fervor te empeñaste en ocultar.

Y entonces estás solo. Solo con un montón de cristales rotos, sucias mentiras empañadas por la fría niebla que te rodea. Una niebla vacía, densa y de tacto gélido como la muerte.
Esta es la historia de cómo lo que empezó con una pequeña mentirijilla acabó convirtiéndose en toda una vida, y de cómo esta vida se transformó después en una espiral de autodestrucción de la que no pude escapar.
Me llamo Avery. Todo empezó así...

Comentarios

  1. Me gusta lo que leo, espero que pronto pueda saber algo más de Avery.

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