Entradas

Mostrando entradas de 2013

Telaraña

Son curiosas esas personas que, como arañas, tejen su red en torno a ti; sin que te des cuenta siquiera. Te enredan lenta y pacientemente entre sus hilos, confundiéndote entre sus giros y nudos, sellando tu inexorable destino, atrapándote en su poderosa telaraña. Antes de que te percates, ya estás inmovilizado, firmemente sujeto bocabajo en el centro de la red: eres víctima de la astucia de la  fiera   hambrienta y voraz que se prepara para degustar tu final.  Y, entonces, lo único que puedes hacer es gritar.

Nunca lo olvidaré

Trato de encontrar mi paz en el fondo de una botella, buscando una chispa de sentido que destaque en un océano de confusión. Me bebo mi angustia y mi soledad en cada trago, siento el imparable borboteo como un río de fuego abrasando mi garganta. Busco consuelo, abandonado como estoy, llorando en una esquina; sintiéndome estúpido por haberlo intentado tantas veces sin éxito alguno. Ni siquiera recuerdo por qué malgasto mi tiempo lamentándome por ti, sufriendo por ti, engañándome a mí mismo por ti. Si me concedieran un deseo, desearía poder borrarte de mi mente: hacer como si nunca te hubiese conocido, como si nunca hubieses existido para mí. Todo porque sé que yo a ti realmente te importo un bledo y, piense lo que piense o haga lo que haga, eso nunca cambiará. Seamos sinceros: no podía darte lo que necesitabas ni querías; y tú tampoco podías dármelo a mí. Hay que admitir, por doloroso que resulte, que lo nuestro nunca fue real. Y lo que nos hicimos es prueba de ello. Eso es cuanto

Lucero del alba

La noche más oscura trae consigo un miedo connatural, una angustia derivada de la confusión que surge cuando nos rodean las sombras y todo lo que sentimos es frío e inseguridad. Nos abrazamos entonces las rodillas, tratando de calmar ese terror cada vez más poderoso, intentando mantenernos firmes y serenos ante la ausencia de claridad. Lloramos y gritamos por la impotencia: poco a poco, esas tinieblas nos apresan en una jaula de dudas, estrés y pensamientos negativos, mientras la penumbra se hace cada vez más difusa y pronto ya no somos capaces de ver ni nuestro propio cuerpo.  Queremos pensar entonces que estamos solos, que la oscuridad no puede hacernos daño; que no hay murciélagos ni criaturas de la noche acechándonos, esperando el momento propicio para saltar sobre nosotros y devorarnos. Pero en el fondo sabemos que no es cierto: la oscuridad nunca viene sola y, aunque los que se esconden en los armarios o bajo las camas sean un mero producto de fantasías infantiles, los monstr

Cazador cazado

En cierto modo, sigues pensando que mis huellas te llevarán a casa. Intentas rastrearlas, como los cazadores hacen con su presa, tratando de dilucidar hacia dónde me he ido, cómo es posible que me haya marchado tan deprisa y sin dejar ningún rastro. Corres entre los árboles, escuchando las ramitas y las hojas caídas crujir levemente bajo tus pies, mientras tus ojos recorren el bosque, en busca de la más mínima pista que delate mi paradero. La cuerda del arco que sostienes entre las manos se tensa, mientras la punta de la flecha en ella apoyada reluce con un siniestro resplandor a la luz de la luna que se filtra entre las copas de los árboles. La ira y el apremio son palpables en tu mirada: recorres una y otra vez el panorama, cada vez de manera más violenta y furiosa. Quieres encontrarme, pero no sólo para que te lleve a casa; sé perfectamente lo que de verdad quieres: mi corazón humeante aún palpitando, ése es el trofeo que codicias. Como un cervatillo, me he escondido en la profun

Descenso al Maelström

No entiendes que viva de recuerdos prestados,  me sigues viendo como un barco a la deriva, que se precipita contra los altos acantilados,  pese a tus vanos esfuerzos por salvar mi vida. Pero ni soy un galeón abandonado,  ni una nave en la niebla perdida:  soy un torbellino peligroso y aislado, que acarreará tu absoluta ruina. Porque soy  Caribdis, devoro todo a su paso, soy un vórtice de emociones muy frías,  que arrastrará a las profundidades tu barco, hasta depositarlo en su tumba submarina. Cada vuelta te arrastra más y más al abismo; si desciendes al Maelström no hay posible huida ;  enfrentarte a mi fuerza es desafiar al destino, dejarte llevar, lo único que evitará tu caída.  Porque engulliré tu tierna alma giro tras giro,  atraparé tu corazón con una simple mirada,  sentiré cómo naufragas en cada triste latido  y cómo te hundes hasta perderte en la nada.

Obsesión e identidad

Crees que sabes quién eres. Crees que te conoces bien a ti mism@. Entonces sucede algo. Algo que cambia tu perspectiva y te aporta una visión del mundo que jamás te habías planteado. Y es que, por muy claro que lo tengas todo, nunca sabes cuando te darás de bruces con la horma de tu zapato.  Porque así es como se mueve el mundo, así es cómo se construye una identidad: partiendo de raíces con origen poco claro y, a menudo, poco profundas que acaban desarrollando una intensa actividad. Porque siempre habrán otros que trataran de confundir tu senda, que tratarán de conducirte por los derroteros equivocados: se sienten perdidos, se aferran a ti, intentando que les infundas orden y seguridad; te amenazan con cosas horribles si desafías sus obsesivos comportamientos.  Y es entonces cuando te atenaza el miedo: las fronteras entre correcto e incorrecto se difuminan, al tiempo que tu horizonte se alarga y tus nuevas posibilidades se muestran como una baraja de cartas. Tienes varias opciones

Soberbia

Soberbia.  Esa infame creencia de superioridad frente a los otros,   de mayor entendimiento de las cosas en comparación con el resto de personas.  Ese pecado interno que crece cual mala hierba, que se infiltra y hunde sus raíces en lo más profundo de tu alma, que te consume por dentro hasta arrebatarte todo lo preciado.  Te contemplas en el espejo y ves un reflejo engrandecido, un reflejo sobrehumano: la soberbia inunda tu cuerpo y te torna vanidoso.  Al mirar alrededor, nadie es suficientemente bueno, todos son personajes secundarios que sólo participan de tu historia.  El desprecio por lo mundano te vuelve solitario, hace que te replantees la necesidad de socializar. Eres autónomo, autosuficiente: no precisas de nadie para cumplir tus objetivos.  Cuando los demás te reprenden, se convierten en enemigos: te asalta la paranoia y los crees a todos en tu contra. Los celos y la envidia, por eso (según tu opinión), responden con tanta nequicia. Son mequetrefes, eso es lo que piensas,

De frágil cristal

Me empeñé en construir un esqueleto de frágil cristal,  que se hizo añicos cuando llegó la tempestad;  el viento arrastró los pedazos que quedaban  y su misma esencia se perdió en la adversidad...  No existen amores imperecederos:  todo afecto tiende a morir, todo cariño se torna en desprecio,  y todo desprecio hace sufrir. Me costó entender, es mi verdad,  que todo dolor del amor procede; que todo sueño o promesa robada,  se disipa en el aire cual luz dorada.  El sol se pone, la realidad perece  y, al final, sólo la noche permanece. Noche y ocaso, siempre asociados, Soledad y amargura, afiladas como agujas, Pinchan y se hunden como clavos ardiendo, Aunque al final son fríos, como el gélido invierno.

Un silencio vale más que mil palabras

Precisamos de esos momentos en los que todo cuanto nos rodea es silencio. Porque siempre hay gente a nuestro alrededor, personas que hablan más de la cuenta y nunca saben estar calladas. Ese tipo de gente que nos atrapa, que nos mantiene prisioneros de un rumor interminable, de una cadena de palabras y frases que nos envuelven hasta dejarnos sin respiración.  Y sentimos agobio, estrés: tenemos ganas de huir, de alejarnos de todo ser viviente y escapar a un paraíso virgen que no haya sido mancillado por el ser humano. Nos embarga una sensación extraña, un placer culpable por anhelar con tanto frenesí un destino alejado de la sociedad que nos ha criado y que tan hábilmente ha moldeado nuestras mentes. Pero sólo es un breve instante.  Quien pudiera escapar de verdad, hacer frente a miedos y vicisitudes y dar un paso hacia la libertad: el placer supremo, la cumbre que todo ser humano debería soñar con alcanzar. 

Historia de fantasmas

...Miedo.  Esa sensación apabullante que repta como un gusano; que trepa por tu columna igual que una ardilla por el tronco de un árbol.  Esa imparable llama que asciende en extensas oleadas; que consume con un incendio todo cuanto se cruza en su camino, disipando cualquier atisbo de voluntad.  Esa fría losa que se afinca como hielo en el interior de tu estómago; que te devora por dentro como un depredador; que te hace dudar de todo y de todos.  Siéntate conmigo junto al fuego y te contaré una historia triste y aterradora, una historia que habla de muerte y traición; una historia de venganza que traspasa el mismo umbral del más allá. Una historia de fantasmas que no se desvanecen al salir el sol, sino que perduran acurrucados a nuestro alrededor, esperando una justicia cósmica que nunca llega...

Castillo de arena

Hay verdades confusas escondidas dentro de mí. Son ideas que se entremezclan unas con otras, que me sumergen en episodios de estrellas y furor inexplicable; que martillean en mi sien llenándome la cabeza con imágenes que parpadean, que brillan un instante antes de desvanecerse para siempre.  Y aunque nunca coinciden, nunca son las mismas, m i pensamiento divergente sigue contemplándome como a un tercero, como a un autómata que confunde realidad con ficción y que ve cosas que sabe no pueden existir. Pero parecen hacerlo, porque las palpo y están ahí, aunque más tarde se evaporen.  No importa lo mucho que trate de distanciarme de esas vagas ilusiones, siguen ahí,  latentes, atrapándome en sus redes y alejándome cada vez más de lo que los demás entienden por realidad. Me provocan una maraña de emociones complejas que me aturulla mientras aspiro a rechazar las  perturbadoras  s ombras que hay a mi alrededor.  El símbolo que realza el poder oculto en mí desdibuja sus contornos cuando e

Réquiem

Añoro algo que nunca he tenido, algo que nunca he conocido. Ésa es la certeza con la que me despierto todas las mañanas y en la que pienso antes de acostarme todas las noches. Siento la pérdida de algo que no existe, de algo que necesito y quiero, pero que no entiendo.  Entonces pienso en ti, que te has ido. Ya nunca me relacionaré contigo, nunca sabré si la afinidad que nos unía  — frágil como un hilo de seda —  podría haberse convertido en un vínculo inquebrantable .  Porque no estás, ya no puedo hablarte: no soy capaz de averiguar si sabías siquiera de mi existencia o si sólo era un rostro más al que  apenas  habías prestado atención unos segundos. Yo conocía tu nombre, tu trabajo y tu talento; ahora la duda que me embarga es si tú conocías algo de mí .  Pero eso es algo que nunca sabré. Te has desvanecido y nunca volveré a verte: lo he asumido y, aunque me duele, lo único que puedo hacer es componer este réquiem sin música,  que espero te haga justicia y sirva de consuelo para

Ilusiones y cristales rotos

El sufrimiento no es una realidad absoluta, pero sí universal. Hay momentos en los que, aunque no queramos, nos invade a todos: se mete bajo nuestra piel, recorre nuestras venas y nos satura con desánimo y apatía.  Queremos desconectar, queremos dejar de sentir; apartar nuestras emociones y contemplarlo todo desde lo alto de una torre de hielo y cristal, sin participar directamente en lo que acontece en torno a nosotros. Creamos entonces esas ilusiones: armas de un poder inmenso, aunque con doble filo. Son nuestras formas de escudarnos, de protegernos del dolor: visualizarnos como entes diferentes que ni sienten ni padecen, que viven aislados en su mundo sin formar parte del de los demás.  Y podemos ser libres de este modo. Libres para no establecer lazos ni tolerar decepciones. Libres para vivir en ensoñaciones y fantasías que permitan no esperar del resto de personas más de lo que éstas pueden dar, o menos de lo que deberían. Libres para respirar sin depender de nadie, para ser au

Al borde del precipicio

El abismo se abre a tus pies y notas como tu corazón incrementa su ritmo, hasta que percibes sus palpitaciones en tus tímpanos. La adrenalina empieza a fluir por tus vasos y la sensación de vértigo se vuelve sobrecogedora.  Quieres luchar, pero tus fuerzas parecen haberte abandonado. Sólo te queda la opción de dejarte llevar, no resistirte más tiempo y permitirte caer.  Porque las esperanzas que te han hecho sobrellevar tan pesada carga se han esfumado, arrastradas por el vendaval que sopla desde la parte más honda del acantilado.  Las olas que golpean las rocas con violenta furia parecen ser la señal que el lecho marino ha escogido para reclamarte como suyo. Cuanto más lo demores, peor se pondrá la tempestad. Lo único que puedes hacer es rendirte a lo inevitable y saltar tú antes de que ceda el suelo bajo tus pies.  Porque sólo hay una cosa que puede detener tu caída desde el borde del precipicio. Y no está ahí.

Doble filo

Con una simple frase, es capaz de someter al viento; aunque siempre tiñe sus palabras de calma.  Es dueña y señora de un corazón de frío  hielo al que enmascara con artificios de fuego y de agua. Quien pudiera acariciar el preciado espíritu con la punta de los dedos;  rozar la esencia misma de la belleza  triste  y la violencia apagada:  una furia ciega y un latido desenfrenado,  una fiereza que vence al miedo,  aunque culmine en un pesar permanente y de naturaleza afilada; un llanto luminoso que se mantiene oculto en lo profundo de su pensamiento, pero que, como la luz a las polillas, atrae a las almas desesperadas. Su poder es incuestionable: arrastra la realidad con la fuerza de un tornado; no hay raíces lo bastante profundas que escapen al influjo de su mirada. Incluso con el paso de los años, cuando la piel alcance un tacto apergaminado,  el mundo seguirá girando, firme y constante, al son de su juego de cartas. A veces, su terquedad y convicción

Espejismo

Crees que lo que ves es real. Lo miras, lo palpas, tratas una y otra vez de aferrarte a eso, creyendo que da sentido a tu existencia, que su presencia inmanente da personalidad y profundidad a tu realidad. Pero no lo hace: en el fondo, lo sabes.  Sólo es un espejismo, una ilusión que se diluye en un instante, dejándote solo y perdido. Y por mucho que retengas esa idea, no conseguirás que sea real.  Porque lo inexistente no se hará existente, no hay mentira que se convierta en verdad. Lo  falso  no puede ser  cierto y verdadero . Y no hay más que hablar: lo sabes tan bien como  yo .