Quizá otro día…

De vuelta a casa, cierras los ojos y apoyas tu frente contra el cristal. El cansancio agarrota tus músculo; tu vista, cansada, es incapaz de enfocar todo aquello que te rodea. Matarías por ser libre, abrir los ojos y despertar en otro lugar: un lugar en el que ya has estado, un lugar que conoces bien y donde te sientes feliz y completo.

Ilusionado, lo intentas. No obstante, todo es en vano.

Despiertas en un bus mugriento, con mil y una personas a tu alrededor mirándose entre ellos con curiosidad.

«Bueno...» Suspiras «Quizá otro día».

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una mentira nunca vive hasta hacerse vieja

Lucero del alba

Déjame en paz, futuro