Compartimentar

Cuando sufres, cuando te asestan esa puñalada en lo profundo de las entrañas, sientes ese dolor lacerante ascender desde la boca de tu estómago e impregnar cada rincón de tu cuerpo. Tienes una sensación extraña, un vacío en el corazón que te provoca ganas de llorar a mares. Pero no puedes. Ahora no. Debes ofrecer tu mejor sonrisa y fingir que todo va bien, cuando realmente de lo único que tienes ganas es de derrumbarte y de que tus pedazos queden lo suficientemente separados como para no sentir nada. 
Y envidias a aquellos que nacen con la capacidad de compartimentarse, de dividirse en fragmentos y así seguir haciendo su vida normal sin mostrar sus problemas e inquietudes.  

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